Confieso que cuando voy al teatro me gusta encontrar una conexión con alguna parte del texto que tenga algo que ver con mis experiencias vividas y que me pinche por algún sitio. Para bien o para mal. Aunque reconozcamos que cuando toca drama parece que la cosa es más intensa y llega más. Bueno, me atrae, tanto en el teatro como en el cine. Donde esté un buen film lacrimógeno para el sector femenino…

Pero yo no sé si será producto de la madurez (o la inmadurez, léase como se quiera), que cada vez agradezco más disfrutar de espectáculos sin más pretensión que el hacer reír o procurar un buen rato al espectador. Y ojo que eso es contraproducente para el blog de una teatrera. Si me relajo y me abandono en la butaca, pongo en modo off mi maquinaria pensante para recordar este u otro gag inteligente, aquella escena simpática, esa compleja maquinaria que propició un lindo número circense…

Algo así me ocurrió hace poco descubriendo ‘Donka, una carta a Chéjov’, en el Teatro Compac Gran Vía. Me sorprendí con algunas escenas de trapecio tanto como los niños que estaban sentados a mi lado, fruncí el ceño espantada en el número del contorsionista, me reí y mucho con un juego visual a través de una cámara de vídeo, y me emocioné con la preciosa estética lograda con el hielo en el escenario. Que algunas cosillas no estaban bien resueltas (el final), pues también es cierto, pero en su conjunto fue un espectáculo con el que creo que la mayoría de la gente a la que he escuchado disfrutó y desconectó. Javier Vallejo habló en El País de su «fuerza expresiva envolvente».

Y si me paso al plano risas sin más, reír por reír, para aflojar la mandíbula y liberar endorfinas, pues bienvenido sea el monólogo. He visto recientemente los ‘PK2.0’ de Dani Mateo en el Teatro Alcázar (también del Grupo Smedia) y cumple su misión. Reconozco que fui con todas las reservas porque en mi opinión la guionización extrema de los programas de televisión en los que trabaja le hace parecer encorsetado. No sé si es gracioso por sí mismo o por lo que le escriben. Pues realmente en escena es un tipo con gracia, rápido y ágil para llevar un texto de más de una hora a un lugar donde engancha con el público desde el primer momento.

En cualquiera de los casos de espectáculos tan diferentes como estos me gustó abandonarme al sanísimo ejercicio de la desconexión. Sin más. Recomendable.