Me encantan esas obras de teatro en las que no soy capaz de predecir el final ni de lejos. Eso mismo me ocurrió en De ratones y hombres, dirigida por Miguel del Arco en el Teatro Español de Madrid, cuando acudí al ensayo general acompañada por el resto de tuiteatreros. Es posible que alguien me tilde de ingenua porque le pareciera que estaba cantado. Pero eso que se lleva esta teatrera: me quedé pegada a la butaca y con un nudo en la garganta, por no seguir llorando, claro, cuando se encendieran las luces.
Empiezo por el final sin ánimo de ejercer de spoiler, que conste, únicamente impulsada por el deseo de transmitir lo gratificante de disfrutar de un montaje como este. Miguel del Arco, ya se ha dicho mil veces, continúa en estado de gracia y vuelve a dar en la diana con un texto muy diferente a otros trabajos recientes realizados al amparo de Kamikaze Producciones como Veraneantes, nominada a los premios Max en 12 categorías. Gentes teatreras ocupaban un repleto patio de butacas el día previo al estreno y su respuesta fue unánime; la mayoría del público acabó puesto en pie para aplaudir una puesta en escena que a buen seguro muchos admiraron.
De ratones y hombres (John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura, 1962) es una historia sobre hombres y mujeres (una) que se mueven en el límite entre la razón y el instinto. Entre los que luchan para salir adelante y los que se dejan arrastrar por el cansancio, la incapacidad o el agotamiento. Una tragedia moderna que se desarrolla en la gran depresión americana de los años treinta del pasado siglo.
Mi gran descubrimiento actoral en este caso fue el de un creíble Fernando Cayo en el papel de George, dando la réplica a un entrañable y grandullón Lennie, encarnado por Roberto Álamo (me reconcilio con él tras la indiferencia que me provocó en Un tranvía llamado deseo). La compasión y el amor, acompañada de los sueños y anhelos de estos dos desheredados marcan las líneas por las que discurre esta puesta en escena en la que también cabe destacar el trabajo del resto de actores con una sola representante femenina, Irene Escolar. Fantásticas también la acertadísima escenografía y la sugerente iluminación.
Y como auguro un nuevo éxito de este gran equipo, sólo me queda recordar que estarán en Madrid hasta el 27 de mayo, para que luego nadie se queje de que se quedó sin entradas.
[…] en los temas que aborda Misántropo porque el director de La función por hacer, Veraneantes o De ratones y hombres ha conseguido que los personajes de Molière sean reflejo de ciudadanos del siglo XXI. Los celos, […]
¡Hola!
También fui a ver esta obra y sí que es cierto que estuvo bien. Sin embargo a mí Fernando Cayo me resultó bastante más flojillo que Roberto Álamo.
Había mucha diferencia entre actuaciones, lo que no hacía un montaje homogéneo, pero, como tú dices, la escenografía estaba muy lograda.
Interesante blog ^_^
Un saludo imaginativo,
Patt